No es que no haya visto o estado con nenes en este domingo de clima inestable, pero el tema del día fue entre nenas y de algo que nos preocupa específicamente a las nenas: conocer a nuestro HOMBRE. No cualquier hombre, sino ese que se lleva todos los premios del concurso "Man of the Year". Ojo, mi "Man of the Year" no tiene nada de ideal, no se trata del príncipe azul, ni verde, ni naranja, ni amarillo. Mi príncipe es un sapo, insulso, sin rasgos, ni gracias preestablecidas, no vive en ningún lado (es un "Nowhere man"), ni sé qué hace, ni menos cuánto gana ni cómo huele (¡aunque espero que muy bien!). Mi HOMBRE, con letra mayúscula, es un sapo con potencial de príncipe multicolor, por mérito propio.
Tengo que admitir, sin embargo, que una que otra vez me pregunté: ¿cuándo me tocará a mi conocer a mi medio pomelito? Somos mujeres, nuestra imaginación se desata simplemente ante la palabra "amor". Una película, por trama más tonta que tenga, es una buena excusa para empezar a volar. El tema es el porrazo que nos pegamos cuando aterrizamos a la realidad. Y con la edad, cada vez nos duele más. Por eso, en un acto de sensatez, me convencí de que como iba a ser difícil dejar la fantasía , lo mejor era aprovechar mi tiempo en desarrollar recursos para amortiguar un poco la caída.
Elijo lo que quiero, dónde quiero, cómo quiero y cuando quiero. Escucho y ando, confiada en que siempre busco. Estoy convencida de que si aparece una media naranja, un medio zapallo, una media banana o una media bergamota en el camino, no voy a dejarlo pasar. Y si, por alguna de esas causalidades, está bailando en la vereda de enfrente con un maniquí, menos que menos. Porque en definitiva, él está haciendo lo mismo que yo: lo que quiere, cuando quiere, con quienes quiere y cómo quiere. Y esto se los digo en base a un resultado empírico.
